
Cuando mi padre nos llevo a vivir a ese lugar, sin duda no se equivoco, en el año
de 1960, Manzanillo, era un lugar paradisiaco, el sitio en donde se pueden
contar sin temor las mejores anécdotas de mi vida, hasta me atrevo a decir que también
lo es para muchos de los que han habitado ahí, recuerdo la cantidad de peces
que quedaban varados en la playa de San Pedrito, la gente llevaba bolsas o
baldes, que podían llenar con solo estirar la mano, la mar era de un azul tan
bello y transparente que nos permitía desde el cerro mirar el fondo de las
partes bajas de la bahía, sin contaminación de automóviles, eran muy pocos los
que circulaban, las casas estaban empotradas en los cerros, solo una calle
principal en el centro, mi madre por las mañanas en ocasiones iba al mercado
que era de lo mas pintoresco y hermoso, lleno de colores y olores, doña Carmelita
con su famoso rompope, el panadero cerca de ahí, con el pan calientito que sin
duda era lo ideal para acompañar la suculenta bebida que solo Carmelita podía hacer,
el vendedor de globos que no dejaba de gritar “a peso la bolsa de globos; 20
globos de todos los tamaños un peso”, también los dueños de los diferentes
puestos “!pásele, pásele, pásele, todo vara, vara, vara”, “marchantita”, ¿Qué va
a llevar?, era hermoso, era romántico, era algo diferente, que disfrute en mi
niñez y disfruto hoy recordándolo en el ocaso de mi vida, también existía un
pequeño kiosco, rodeado de arboles grandes y frondosos, vendían muchas cosas,
pero a mi me encantaba ir con las compañeras de escuela y comprar cocos, tomábamos
el agua y después comíamos la carne usando únicamente el popote sin partirlo,
era muy divertido.
Campos, era un lugar a solo unos seis kilómetros de
distancia del centro de Manzanillo, mi abuelo Cirilo, el padre de mi mamá,
vivió ahí, me gustaba ir a comer marañones, me sentaba abajo del árbol y comia
la fruta sin importarme que escurriera entre mis manos el jugo agridulce, la
gente también en ese lugar recogía la fruta madura con el consentimiento de los
dueños de las huertas, era tanta la fruta que aun con todo lo que la gente
llevaba parecía nunca terminar, nopales, limones, cocos, mangos, y sobretodo
ciruelas, pero desgraciadamente de la noche a la mañana, llego el progreso y
con ello todo fue cambiando.
La termoeléctrica, llevo gente de muchos Estados a Campos, eran cientos y cientos de trabajadores apilados aquí y allá, iniciaron
los robos, violencia, contaminación, el paraíso termino poco a poco y dio
comienzo al Puerto de Altura que aún ahora, en el 2012, sigue creciendo.
Pero como un homenaje a toda esa belleza, quiero escribir
algunas historias que llevarán mucha
verdad, pero también mucha imaginación de quien escribe.
Es bueno contar con este tipo de lecturas, felicidades!!
ResponderEliminarGracias por tu aporte. Qué pesar que haya cambiado tanto.
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