-¡hola señora!¿como ha estado?, mire le presento a mi hija Yulia.
- ¡mucho gusto señora!
- ¡el gusto es mío muchacha!, ¿Cómo estas Teresita?
Esa mañana mi madre me invito a ir de compras al mercado, de pronto nos
encontramos con una señora ya mayor de setenta años, muy guapa a pesar
de su edad, con una mascada alrededor de su cuello que le daba un toque
de elegancia, su vestimenta era de alegres colores pero con un estilo
conservador, su pelo perfectamente recogido hacia atrás, detenido por un
broche que resaltaba sus canas, en verdad era una señora distinguida y
con clase, me dijo que se llamaba Lucia, después de conocerla y
saludarla, mi madre y yo seguimos con nuestros planes de ir de compras,
nunca imagine que esa señora y yo, poco tiempo después, tendríamos
muchas cosas en común, pero sobretodo no pensé que aprendería tanto de
ella.
El calor era insoportable, me atreví a hacer lo que jamás había hecho,
tomar una silla y sentarme afuera de mi casa en medio del camino, con
la esperanza de recibir un poco de aire fresco, justo en ese momento
mire a dos jóvenes con camisa blanca y corbata que iban directo hacia
donde yo me encontraba, curiosamente mire el rostro de uno de ellos, era
muy delgado y alto, extremadamente blanco, eso me hizo recordar a mi
padre que hacia pocos días había muerto.
Los jóvenes me saludaron, se presentaron como miembros de una Iglesia y
después me preguntaron por un vecino que no habían encontrado, les di
instrucciones de por donde tenían que ir para dar con su casa, cuando se
despidieron y estaban a punto de irse, no supe porque les pregunte…
- ¿ustedes que hacen?, ¿Por qué se visten así?
Ellos sin perder tiempo, regresaron y me explicaron que ellos enseñaban
el evangelio a todas las personas que les permitían hacerlo, por primera
vez en mi vida sentí la necesidad de conocer a cerca de Dios, aunque
debo confesar que quizás la mayor curiosidad era ver como podía hacerle
un reclamo a ese Dios, ¿Por qué mi padre se había muerto?, movida por
ese deseo, dos semanas y media después ya estaba lista para la
entrevista y al siguiente dia que era domingo sería mi bautismo.
Recuerdo que los Elderes me dijeron que pasarían por mi para acompañarme
a la Iglesia, pero yo les dije que no, que yo iría por mis propios
medios, así fue, junto con mi hijo mas pequeño me fui, cuando llegamos a
la puerta me dio la impresión de que ya conocía ese lugar, pero nunca
antes había entrado, luego una hermana nos saludo muy amistosamente para
llevarnos al salón sacramental, nos detuvimos en la entrada y lo
primero que vi fue a una hermana que estaba parada frente a su asiento,
era aquella señora que días antes mi madre me había presentado. Lucia,
ella me miro y rápidamente llego hasta nosotros, me saludo con un beso
en la mejilla y después cariñosamente me abrazo, dándome unas palabras
de bienvenida, nos sentamos a su lado, las tres horas siguientes la
hermana Lucia, no se separo de nosotros, se hicieron las invitaciones
para que los hermanos que así lo quisieran pudieran estar con nosotros
en mi bautismo.
Ese dia ha sido inolvidable para mi, el fin de una vida y el comienzo de
otra llena de fe y amor, durante mas de diez años, hasta su muerte la hermana Lucia, fue un
ejemplo para todas nosotras de servicio hacia nuestros semejantes,
compartía sus experiencias y sus dones en nuestras clases de la sociedad
de socorro recuerdo en especial una reunión que tuvimos para festejar
su cumpleaños, le llevamos regalitos, un refrigerio, su pastel y al
final, le pedí que compartiera con nosotras unas palabras ella se
levanto lentamente y dijo…
“Le agradezco a mi Padre Celestial, todas las bendiciones que me ha
dado... y hermanas solo quiero decirles que hoy que cumplo mas de setenta
años, lo único que me pesa es haber perdido tanto tiempo en cosas vanas,
como buscar un vestido por horas, maquillarme, pasar horas frente al
televisor, ese tiempo nunca se recupera hermanas, yo les digo ustedes no
lo hagan, servir a nuestros semejantes, aprender el evangelio y vivirlo
es lo mas preciado en esta vida”
La hermana Lucia, murió hace ya unos años, pero sus palabras siempre
estarán en mi corazón.
Se que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días es la
Iglesia en donde se encuentra todo lo necesario para aprender el
evangelio, además de que cuenta con organizaciones perfectas en donde
también aprendemos a compartir nuestros dones, a servirnos y amarnos
unos a otros tal y como Dios lo ha mandado, lo comparto en el nombre de
Jesucristo amen.