martes, 18 de marzo de 2014

RIN... EL INOLVIDABLE



La historia que les voy a contar, parecería que sale solo de mi imaginación, pero les aseguro que no es así, Rin, existió o todavía existe,  fue alguien de mucha importancia para nosotros, acostumbrados a no convivir en la casa con nadie que no fuera de la familia, Rin, paso a ser  una excepción en la regla, escribiré algunas de las muchas anécdotas que quedaron grabadas en mi mente, lo hago como un homenaje a un hombre con cuerpo de adulto que lo llevo a sufrir como tal, pero también al hombre con un corazón tan puro como el de un niño, que nos llevo alegría a nuestro hogar.

-          ¡buenos días jefe!
-          ¡buenos días!, ¿Qué le vamos a dar? – mi padre y yo estábamos detrás del mostrador de nuestro pequeño negocio, era una tienda que estaba muy surtida, mas bien parecía un mercadito, se abría a las 5:00 de la mañana y se cerraba hasta las diez de la noche, mi  padre vendía tortas de jamón, salchicha, queso amarillo y queso fresco, jugos, chocomilk, licuados y huevos crudos en vaso, a muchas personas les gustaba tomarlos con un chorro de Coca-Cola, decían que con eso tenían energía para trabajar todo el día, también vendíamos los refrescos y cervezas mas frías de todo Manzanillo, mi padre le sacaba un poco de agua a la hielera grande que teníamos y después picaba finamente el hielo por encima, se aseguraba que se metiera el hielo, por todos los rincones y recovecos, los clientes, en unos minutos podían disfrutar de su bebida favorita bien fría, abarrotes en general, fruta y verdura,  todo muy limpiecito, buena atención, así que teníamos mucha clientela-
-          Pues vera usted mi jefe, yo soy de Colima y me llamo Rin, vengo a trabajar, se hacer de todo un poco, pero ahorita no he encontrado trabajo  y tampoco he comido, yo pensé, quizás si llego a ésta tienda y les digo mi situación, tendrán trabajo para mí a cambio de  algo para comer ¿Cómo la ve?
Cuando vi a Rin por primera vez, creí que solo era un vago loco con hambre, era un muchacho joven de aproximadamente unos veintidós a veinticinco años,  traía puesta una playera a rallas un poco ajustada, se le marcaban los músculos, también un pantalón de mezclilla que dejaba ver a un tipo flaco, era alto y blanco, con pelo castaño claro y un poco de barba solo en la punta de su rostro, cargaba atrás de su espalda una mochila que sostenía con su mano izquierda por arriba de su hombro.
-          ¡me parece justo! – contesto mi padre-, sube al techo y límpialo, separa lo que es basura de las cajas,  barre, ¡que quede limpio!,
-          Muy bien mi jefe, ahorita lo hago.
 Subió rápidamente las escaleras a grandes zancadas, cuando termino de limpiar bajo la escalera, mi padre ya lo esperaba con una telera de bolillo llena de queso con chile y un chocomilk, esa era la especialidad de mi padre.
-          ¡ya termine mi jefe!, -sonriendo Rin se dirigió a la salida de la tienda- ¿quiere mirar como quedo?
-          ¡no!, confío en usted, - respondió mi padre, al mismo tiempo que le  ofrecía el chocomilk y la torta doble de queso, -Rin se sentó afuera de la puerta de la tienda de mi padre y después…a comer-
Creo que mi padre pudo ver más que yo, puesto que mientras Rin, comía, mi padre se sentó en su silla a observarlo desde el otro extremo de la entrada a la tienda, recuerdo que mi padre decía que  a las personas se les conoce más cuando las  ves comer, pacientemente espero y después comenzó  a platicar con él.
-          ¡así! ¿que vienes de Colima?
-          ¡si, jefe! ¡ahí naci y ahí vivo con mi madre!
-          ¡muy bien!, ¿en que quieres trabajar?
-          ¡yo le entro a lo que sea!, pescador, jimador de cocos, en la construcción, ¡donde sea, mi jefe!
-          ¡llámame! Rogaciano!, mi nombre es Rogaciano.
-          ¡muy bien, entonces le diré Don Rogaciano!
-          ¡Pues mire Rin!, yo puedo ofrecerle algo de trabajo, es temporal, porque resulta que estoy ampliando mi casa, hay que subir el material al cerro, ayudar a los albañiles, quizás un poco de pico y pala en ocasiones, etc., pero no puedo pagarle  mucho, le ofrezco la comida, un lugar en donde dormir y algo de dinero, ¡piénselo! y dígame si acepta.
-          ¡No, Don Rogaciano!, no tengo nada que pensar,  yo quiero trabajar y si aparte me va a  dar algo de comida y donde dormir ¡pues ahí  me quedo! ¿Cuándo empezamos?
-          ¡hoy mismo!

Así fue como Rin, llego a nuestra casa y nuestras vidas, alrededor de él, todo era como mágico para nosotros, Rin, tenia el alma  y la pureza de un niño, nos cantaba canciones en Ingles, (aunque después supimos que no sabia nada de ese idioma, solo eran garabatos que en su mente inventaba),  salían de su boca, un sinfín de onomatopeyas ya fueran imitando el sonido de animales o solo gritos que no tenían un significado, pero que nos divertían, cuando se llegaba la hora de la comida, nadie era mas feliz que Rin, le hacia mi madre una torta de huevo con unos diez o doce huevos por comida, un enorme plato de frijoles y un kilo de tortilla en cada uno de sus alimentos, era muy bueno administrando su comida, porque nunca le quedo un frijol en el plato o una tortilla en la servilleta, pero de la misma manera que cantaba, gritaba o comía, también trabajaba, yo no deje de sorprenderme cuando se quito la playera para ponerse otra aún mas vieja y comenzar a trabajar, no tenia un solo gramo de grasa, estaba delgado pero lleno de musculo firme, aunque terminara de comer su abdomen casi le llegaba a la espalda y su fuerza era enorme, podía subir desde la calle a la casa de mi padre con tres sacos de cemento, los tomaba con una sola mano y se los acomodaba dos en el hombro y otro agarrado solamente con su mano, ¡sacos de 50 kilos cada uno!, para después a grandes zancadas (como era su estilo subir escaleras), llegaba a casa, alrededor de 150 escalones, ¡sin descanso!, los dejaba y después daba vuelta y brincando por entre piedras y techos llegaba de nuevo abajo para volver a repetir la historia, lo vimos hacerlo, no en una, sino en muchas ocasiones,  daba tremendos saltos de hasta veinticinco o treinta metros, desde el techo de una casa hasta un lote baldío enfrente de ella, caía como si fuera un gato.
Recuerdo que en una ocasión, nos pregunto que si nos gustaban los cocos,  le dijimos que sí, al siguiente día  por la mañana Rin, ya no estaba, llego como unas dos horas después, llevaba dos costales llenos de cocos ya jimados, nos dijo que había ido hasta Campos, los corto, los pelo y regreso, todo a pie en solo unas cuatro horas, tengo que aclarar que Campos,  esta como a siete u ocho kilómetros de la casa, pero solo Rin, era capaz de hacer eso por sus amiguitos que éramos nosotros, mi madre lo premio con una doble ración de comida.

Nos platico que en una ocasión se fue de pescador…

-          ¡buenos días!, ¿necesitan un ayudante?,
-          ¿sabes pescar?,
-          ¡claro que si!,
-          ¡pues súbete!, ¡pero vamos a pescar toda la noche, ¿no te importa?
-          ¡no!, ¡yo no me rajo
-          ¡orare pues, trépate y vámonos!
-          Llegamos al lugar en donde teníamos que tirar el chinchorro, y comenzamos a echarlo al agua, luego que terminamos, sacamos los anzuelos para ver si agarrábamos algo mas grande por ahí cerca, las luces del puerto, se veía solo como un resplandor allá a lo lejos, justo en ese momento ¡que siento que agarro algo con mi anzuelo!, ¡que me levanto bien gustoso! y pos que me voy al agua, ¡pero no solté el anzuelo! Mis compañeros me gritaban…
-          ¡suéltalo!, ¡déjalo ir!,  
-          ¡Pero yo no lo solté!, me fui recorriendo la cuerda de pescar con mi mano, no se veía nada, los muchachos me  seguían gritando: ¡suéltalo!, ¡vente!, pero yo no lo quería dejar, que sigo y sigo hasta que ya no los oía gritar, entonces que siento que llego a algo…
-          ¿Qué era? Preguntamos nosotros curiosamente.
-          Era una enorme caguama, justo tenia el anzuelo encajado arriba de ella, cerca de su caparazón,
-          ¡y… qué hiciste?
-          ¡Pues que me le subo encima!, ya no podía ver en donde estaba la lancha,  gire la cabeza de la caguama para que nadara hacia la playa y ¡la hice que me sacara hasta la orilla!
-          ¿la sacaste del mar?, ¿te la comiste?
-          ¡no!, le cante una canción y después la deje que se fuera.

-          ¿Quieren que les cuente cuando fui soldado?
-          ¿también fuiste soldado?
-          ¡si, aunque por muy poco tiempo!, ¡me corrieron!
-          ¿Por qué?, ¿Por qué te corrieron?
-          Pues fíjense, pase por ahí por donde esta la piedra lisa en Colima,  que veo que estaban solicitando  soldados, y yo me dije: - ¿pues que tan difícil vaya a ser?- que me meto a la oficina y que me apunto, me dijeron que me presentara al siguiente día, que me presento y que me dan un uniforme, nos llevaron a entrenar, ¡yo les gane a todos! En resistencia para caminar, marchando, armando el rifle, en todo, así que pronto me mandaron a una misión, llegamos a un lugar lejos, en donde dijeron que estaba un montón de narcotraficantes en una casa y no los podían sacar, cuando yo vi, la situación, ¡mire que estaba muy fácil!, los soldados estaban como a unos quince o veinte metros de distancia de la casa, escondidos entre los arboles, los narcos estaban adentro de la casa y tenían armas, así que yo me puse mi paliacate en la frente, grite fuertemente mi grito de guerra, me avente dando vueltas y disparando hasta que llegue a la  puerta de la casa, la tire a patadas y entre, los golpee con la culata del rifle y los amarre, cuando llegaron los demás soldados, ellos todavía estaban desmayados y tirados en el piso todos amarrados.

Ese personaje era nuestro Rin, porque llegamos a considerarlo como nuestro amigo, no recuerdo cuanto tiempo estuvo trabajando para mi padre, pero si recuerdo que un día se fue y cada uno de nosotros nos quedamos con nuestros recuerdos y nuestra tristeza, pensando que ya no lo volveríamos a ver nunca más.
Pero como todas las historias tienen finales felices, pensaran que voy a inventar uno para terminar, ¡ojala y así fuera!, pero no, la realidad fue muy cruda…
Años después, por cosas del destino, fuimos  a la prisión del CERESO, en Colima, ahí lo volvimos a encontrar.
-          ¡Rin!, ¿eres tú?
-          ¡hola, si soy yo!, - ese saludo estuvo acompañado de un expresivo grito de la selva, en señal de que estaba feliz-
-          ¿Por qué estas preso? –era la pregunta obligada, al no encontrar en nuestra mente ¿Qué cosa mala podría haber echo el Rin?
-          Pues mi mala suerte, resulta que encontré trabajo  en la construcción aquí en Colima, y me puse a trabajar, un día los albañiles hicieron una carne asada y compraron mucha cerveza, pero como yo no tomo, ellos se emborrachaban y yo a come y come, comí tanto que me dieron ganas de ir al baño, había un lote baldío al otro lado de donde estábamos trabajando, así que me fui para allá, me baje los pantalones atrás de unos arbustos y cuando termine de vaciar mi estomago, me acorde que no llevaba papel, busque a los lados y mire unas bolsas de basura cerca de ahí, se miraba que tenían papel adentro, me estire lo mas que pude, pero no las alcanzaba, así que me levante para caminar unos pasos y en eso me miro una señora que al ver que estaba desnudo de la cintura para abajo, comenzó a gritar y a arrojarme piedras, yo agarre los papeles y me limpie rápido, pero en eso llego la policía y me trajeron para acá, le dijeron a la señora que viniera a otro día a declarar con el Juez, pero no ha venido.
-          ¿Cuántos días tienes aquí Rin?
-          ¡Más de dieciocho meses!

Quiero que sepan que aun ahorita al recordarlo nuevamente siento muchas ganas de llorar, un hombre como Rin, preso en el CERESO de Colima, sin que nadie lo visitara, sin que nadie le fuera a avisar a su madre que estaba ahí, sin que lo llamaran a declarar o le asignaran un Abogado de Oficio, hicimos lo que pudimos para ayudarlo y tiempo después salió, desde ese día no hemos vuelto a saber nada de él, pero sé que sigue en el pensamiento y en el corazón de todos mis hermanos e incluso mi madre lo recuerda con mucho cariño.