
Cuentan que hace ya muchos años, estaba un caserío
retirado a varias horas del pueblo mas cercano y era costumbre que cuando alguien tenia por
fuerza que ir al pueblo, sus vecinos le hacían toda clase de encargos.
¾
¡hola comadre!, ¡guenos días!,
¿ya sabe que el Matías va ir pal pueblo?
¾
¡no comadre!, hora no jui
al molino, molí todo con el metate y la Lupe me ayudo a echar las “gordas”;
pero qué gueno que me dijo porque quiero que me traiga un poco de azúcar de
caña.
¾
Pos yo también necesito
piloncillo, voy mero horita a buscarlo, creo que esta con Teófila, ¿quiere que
vayamos juntas?
¾
¡si comadre!, ¡péreme pa
rejuntar los huevos y nos vamos!
Así, cada una de
las señoras encargaba terrones de azúcar de caña, sal, chocolate, jabón de olor
para bañarse, hasta listones o un par de huaraches nuevos, eso era lo más común,
pero en esta ocasión todo sería diferente, estando Matías en casa de doña Teo,
llegaron las comadres María y Remedios.
¾
¡Guenos Dias doña Teo!,
venemos mi comadre Reme y yo pa ver si esta aquí el Matías, que nos dijeron que
va ir al pueblo.
¾
Si, ¡guenos dias!, ¡pásenle
pa dentro!, ta tomándose un cafecito y esperando a su primo chencho.
¾
Gracias doña Teo, -exclamo
doña Mari,- ¡guenas don Matías!,
¾
¡Buenos días!, ¿Qué van
a querer que les traiga?-pregunto amablemente Matías-
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¡Yo quero unos terrones
de azúcar de caña, con dos pesos tráigame todos los que se pueda!
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¡muy bien doña Mari, yo
le traigo sus terrones de azúcar! Y usted doña Remedios ¿Qué va querer que le
traiga?
¾
¡pos con la pena don Matías,
le encargo unas tres tablillas de chocolate y lo que me sobre de sal! – estirando
la mano con los billetes le dio tres pesos-
¾
¡guenos días, guenos días!,
¾
¡pasele pa dentro
Chencho!, ¡guenos dias!, aca dentro ta tu primo
¾
¡gracias doña Teo!, ¿Qué
ya listo primo?
¾
Matias, se pone de pie y
saluda de mano a su primo Chencho- ¡ya listo Primo!, solo falta que doña Teo,
me diga su encargo
¾
Pues mire don Matias, le
dije que me dejara pal ultimo, porque quero que ponga mucho cuidado en lo que
me va a trair, figurese que tengo artos dias que no voy a confesarme y tengo la
corazonada que el diablo me vaiga a visitar en estos días.
¾
Y…. ¿Cuál es su encargo
Teo?
¾
Pos la última vez que
hable con el Curita, me dijo que el árbol de juera de la iglesia es un árbol
Santo…y pos yo quiero que me traiga una “tecata” del mismísimo árbol Santo,
ancina cuando venga el diablo y me quiera asustar lo mando al infierno con mi “tecata
Santa”, pos no se me va a poder acercar.
Viendo la seriedad de doña Teófila, pues ninguno de los presentes se atrevió
a decir lo que pensaban y menos reírse, porque cabía la posibilidad que fuera
verdad lo dicho por doña Teo.
¾
¡bien doña Teo, le traeré
su “tecata”! ¿algun tamaño en especial?
¾
¡no!, el tamaño no me
importa conque sea una “tecata Santa”, es suficiente don Matías.
Así muy temprano
en la mañana, salió don Matías y su primo Chencho, llevando en mente todos los
encargos de los vecinos, pero en especial el de doña Teo, al trote de sus
caballos, llegaron casi a medio día, hicieron sus diligencias, compraron los
encargos y tomaron camino de regreso, al llegar a un arroyo, se bajaron de sus
caballos buscando la sombra de un gran árbol, se dispusieron a calentar el
itacate y comer para seguir su camino y llegar anocheciendo …pero justo en ese
momento.
¾
¡primo, la “tecata” de
doña Teo!, - exclamo horrorizado don Matías- ¿Qué vamos a hacer?, no podemos
regresar.
¾
Pues mira primo –dijo Chencho
sin apuro- corta una tecata de este árbol y dile que es su “tecata Santa”
¾
¡y si se da cuenta
Chencho! ¿Qué le digo? Si se da cuenta
¾
¿Cómo se va a dar cuenta
Matías?
¾
¿tú crees que no?
¾
¡te aseguro que no se dará
cuenta!
Y sin decir
mas, Chencho fue hacia el árbol y cortó
una tecata que envolvió cuidadosamente en el pañuelo que les había dado doña
Teo para guardar su “tecata”, luego cada uno con sus propios pensamientos
siguieron camino sin decir una sola palabra, cuando llegaron al caserío, ya
estaban esperándolos frente a la casa de doña Teo, todos se fueron acercando y
les fue entregado su encargo, pero ninguno se iba, todos estaban esperando que
le entregaran la “tecata Santa” a doña Teo, que impaciente esperaba.
¾
Ya solo falta mi encargo
don Matías, ¡no vaiga a decir que se le olvido mi encargo.
¾
¿Cómo cree doña Teo?,
primo ¡pásame el encargo de doña Teo!
Y sudando frío le entregaron el pañuelo, despidiéndose
enseguida de todos los presentes se fue don Matías acompañado por su primo
Chencho.
Tres días más
tarde, en el pequeño jardín se encontraban Matías y Chencho, cuando de pronto
llego a caballo un hombre, los miro, se dirigió hacia ellos y sin quitarles la
vista de encima pregunto ¿Dónde se encuentra la casa de doña Teófila?, los dos
al mismo tiempo apuntaron la casa de Teo y salieron corriendo como alma que
lleva el diablo, el hombre bajo del
caballo y caminó con paso lento seguido por su caballo, a cada paso sus
espuelas sonaban en el silencio de la noche como augurando algo malo en el
ambiente, llego y toco la puerta…
¾
Toc, toc, toc
¾
¿Quién es?
¾
¡soy el diablo!, ¡vengo
por ti!
La puerta se abrió
de par en par y desde su escondite Matías y Chencho no perdían detalle, salió doña
Teófila quien alzando por encima de su cabeza su “tecata Santa”, reto al diablo
diciendo:
¾
¡acércate, ni creas que
te tengo miedo! ¡yo sabía que vendrías a buscarme!, pero no podras con mi “tecata
Santa”.
El pobre diablo
asombrado miro a Teo con su “tecata Santa” por arriba de su cabeza y
retrocediendo dijo: “NO ES TU TECATA SANTA LO QUE ME ATACA MUJER, ES TU FE LO
QUE ME MATA”, y pegando un brinco se subió a su caballo y se fue por donde había
llegado, desde entonces el pueblo vivió en tranquilidad custodiado por la “tecata
Santa” de doña Teófila y el silencio eterno de dos testigos don Matías y su
primo Chencho.