Al escuchar
las palabras de nuestros líderes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los últimos días, recordando, reconociendo y despidiendo en su funeral, a nuestro amado profeta Thomas
Spencer Monson, quien murió el pasado
dos de enero de 2018, ha venido a mi memoria aquel día en que le conocí en persona,
estábamos en una conferencia en la Ciudad de Guadalajara, era un lugar pequeño
para el número de personas que esperábamos ansiosas conocerle y escuchar sus
palabras, cuando entro al recinto, se sintió su presencia, lentamente caminaba
saludando de mano a todos los que formábamos una valla que respetuosamente se abría a su
paso para llevarlo hasta el pulpito en donde después nos deleitamos con sus
palabras, su sabiduría, pero sobretodo con el espíritu tan fuerte que emanaba
de un hombre que estaba ya destinado a ser el sucesor del que entonces era
profeta Gordon B. Hincky, en su calidad de apóstol y con la debida autoridad,
Thomas S. Monson, nos levantó, fortaleció y testifico de esta gran obra.
De manera personal, me siento bendecida al poder
decir que he conocido y escuchado personalmente a dos profetas del Señor,
Gordon B. Hincky y Thomas Spencer Monson, del primero, conservo tres hermosos
libros que me regalo junto con unas tarjetas navideñas, la bendición de
escuchar sus palabras inspiradas personalmente y el gozo de compartir una sesión
dentro del templo de Guadalajara cuando fue la dedicación, del segundo, creo
que lo que más recordare serán tres cosas también, la primera la forma en que
siempre testifico de esta gran obra, la segunda, la anécdota de cuando era
soldado y creyó que estaba solo pero permaneció firme en sus creencias, la
tercera, la recomendación de leer diariamente el libro de Mormón.