Esta es la
historia de un pequeño chiapaneco llamado Armando García
No muy
cerca, pero tampoco tan lejos de San Cristóbal de las Casas en Chiapas, existe un
pequeño poblado en donde todavía se habla en mixteco, todo ahí esta lleno de
tradiciones y costumbres que la gente se resiste abandonar, como el que los
hombres puedan comprar a sus esposas desde muy jóvenes, la mas barata puede
costar 3,500.00, una canasta de pan y una botella de mezcal, la mas cara la vendieron en 7,500.00, una canasta de pan, dos botellas de mezcal y
dos vacas, las mujeres tejen sus propias faldas y blusas, llenas de colores, también
tienen tejido a mano su vestido de fiesta, pero jamás las dejan usar pantalón, quizás
por aquello de que “solo los hombres se ponen pantalón”, - ¡no lo se!
Fue más
o menos como en el año 2005, cuando llegamos a una hacienda llamada La Tetera, mi esposo estaba contratado por un tiempo para
ayudar a preparar unas tierras de cultivo que “supuestamente no servían”, nos instalamos en “La casa grande”, - como la
llamaban los indígenas que trabajaban en la hacienda, ahí conocimos a Armando,
Yocundo, Quintilo y Domingo, a los pocos días, nos enteramos que Yocundo y
Quintilo eran de Oaxaca, mientras que Armando y Domingo eran parientes y
originarios de Chiapas, a todos ellos mi esposo los instalo junto a “La casa
grande”, por dos motivos principalmente, uno era que estábamos solos y necesitábamos
compañía y otro era que todos eran muy jóvenes,
con excepción de Domingo, que ya tenia su mayoría de edad, conforme
pasaron los días en la hacienda, fuimos conociendo su historia.
Armando,
era el mas pequeño, con tan solo trece años de edad, no sabia hablar español y quería
trabajar duro para poder juntar lo necesario para comprar una canasta de pan,
una botella de mezcal y los 3,500.00, que le costaría comprar a su futura
esposa.
Yocundo,
era el que le seguía tenia como unos 16 años, sus padres vivían y trabajaban
para la hacienda desde hacia unas temporadas atrás, tenia un montón de hermanos
y hermanas, todos hacían como un equipo de trabajo para poder sobrevivir, pero Yocundo, ya pensaba en también juntar su
dinerito y hacer su propia familia.
Quintilo,
era solo unos meses mas grande que Yocundo, los había seguido desde un año
antes, con el único interés de conquistar a la hermana del Yocundo y casarse
con ella.
Y por
ultimo Domingo, que era primo de Armando, ya era un hombre de veinte años,
casado y dos hijos, tenia dos temporadas viajando desde Chiapas hasta Baja
California, trabajaba toda la temporada, mandaba dinero cada semana a su casa y
cuando se terminaba el trabajo, regresaba de nuevo a Chiapas.
Pero ese
año, tendría grandes sorpresas para todos nosotros, lo primero que hicimos fue explicarles que las ordenes para el
trabajo las recibirían de mi esposo, pero que todo lo relacionado a la casa lo tenían
que ver conmigo, así que les puse reglas para que pudiéramos convivir como una
familia, les asignamos un cuarto grande
a un costado de la puerta principal de la casa, se les amueblo con camas,
refrigerador y todo lo necesario para que cocinaran si ellos querían, les pedí
que todos los días después de su jornada de trabajo, descansaran unas hora para
luego bañarse antes de sentarse a mi mesa a cenar, no ropa tirada en el patio,
no zapatos, ni basura en general.
Por las
mañanas, los esperaba con un licuado grande que tomaban cada uno antes de ir a
trabajar, después a media mañana me daba a la tarea de hacer tortas, burritos o
sándwiches para llevarles, luego a medio día, iban a la casa a comer, pero lo
mejor era la hora de la cena, después de cenar, nos sentábamos en el patio de
la casa y nos pasábamos horas charlando, los demás trabajadores que eran aproximadamente unos ochenta, poco a poco se
integraron al grupo y después casi todos llegaban a nuestro
patio preguntando cosas que no sabían o que querían saber.
El ingeniero era el representante del dueño, desde un principio le pidió a mi esposo que los "explotara al máximo", "que solo eran animales", "que los mantuviera siempre borrachos y así los iba a poder controlar", nada de esto fue lo que hicimos, por el contrario, las mujeres que estaban embarazadas se les asigno a cuidar los viveros, esa tarea les permitía estar mas cómodas y sin tanto esfuerzo, los jovencitos estaban bajo nuestro cuidado, personalmente yo me encargaba de amasar diez kilos de harina diariamente y hacerles burritos con diferentes comidas, para darles de comer dignamente y con muy poco dinero, tres burros y una soda les costaba solo diez pesos, trabajaban sus jornadas de ocho horas con su tiempo para comer, les teníamos un botiquín para emergencias que en muchas ocasiones llego a ocuparse, mandábamos su dinero a los familiares sin cobrarles ni un solo centavo por hacerlo (anteriormente el ingeniero vendía sándwich a quince pesos, sodas a quince pesos, les cobraba por mandar el dinero y les permitía tomar a cualquier hora), se hizo un reglamento de trabajo en donde el trabajador no podía consumir bebidas alcohólicas dentro del rancho y tampoco podía presentarse tomado a trabajar, hicimos equipos de fútbol y voleibol para jugar por las tardes, constantemente haciamos carne asada para todos, cada uno llevaba su pedazo de carne y nosotros poniamos todo lo demas, en fin hicimos un gran equipo como si fueramos familia, ellos no hablaban muy bien el español, entonces creian que eran inferiores a nosotros "los blancos" eran “menos” que todos las demás personas, yo les platique la historia de México y les hice comprender que ellos eran personas con mas pureza en la sangre que cualquiera de nosotros, que el idioma que ellos sabían era mucho mejor que el español que nosotros usamos para comunicarnos, etc., cuando ellos comprendieron su origen y la conquista española, entonces su autoestima cambio, pero fue tanto el cambio que al “patrón” no le gusto.
El ingeniero era el representante del dueño, desde un principio le pidió a mi esposo que los "explotara al máximo", "que solo eran animales", "que los mantuviera siempre borrachos y así los iba a poder controlar", nada de esto fue lo que hicimos, por el contrario, las mujeres que estaban embarazadas se les asigno a cuidar los viveros, esa tarea les permitía estar mas cómodas y sin tanto esfuerzo, los jovencitos estaban bajo nuestro cuidado, personalmente yo me encargaba de amasar diez kilos de harina diariamente y hacerles burritos con diferentes comidas, para darles de comer dignamente y con muy poco dinero, tres burros y una soda les costaba solo diez pesos, trabajaban sus jornadas de ocho horas con su tiempo para comer, les teníamos un botiquín para emergencias que en muchas ocasiones llego a ocuparse, mandábamos su dinero a los familiares sin cobrarles ni un solo centavo por hacerlo (anteriormente el ingeniero vendía sándwich a quince pesos, sodas a quince pesos, les cobraba por mandar el dinero y les permitía tomar a cualquier hora), se hizo un reglamento de trabajo en donde el trabajador no podía consumir bebidas alcohólicas dentro del rancho y tampoco podía presentarse tomado a trabajar, hicimos equipos de fútbol y voleibol para jugar por las tardes, constantemente haciamos carne asada para todos, cada uno llevaba su pedazo de carne y nosotros poniamos todo lo demas, en fin hicimos un gran equipo como si fueramos familia, ellos no hablaban muy bien el español, entonces creian que eran inferiores a nosotros "los blancos" eran “menos” que todos las demás personas, yo les platique la historia de México y les hice comprender que ellos eran personas con mas pureza en la sangre que cualquiera de nosotros, que el idioma que ellos sabían era mucho mejor que el español que nosotros usamos para comunicarnos, etc., cuando ellos comprendieron su origen y la conquista española, entonces su autoestima cambio, pero fue tanto el cambio que al “patrón” no le gusto.
Recuerdo
el día en que Armando cumplió sus quince años, nos fuimos mi esposo y yo, al
pueblo más cercano a comprar un pastel sin decirle nada a nadie, por la tarde
cuando llegaron…
-
¡buenas tardes!, ¿podemos pasar?
-
¡si!, pasen y siéntense ahorita les doy
la cena.
-
Doña, ¿ya sabe que Armando cumple años
hoy?- me pregunto en voz alta Yocundo, teniendo en frente a Armando, Quintilo,
Domingo y mi esposo.
-
¡no!, por favor siéntate a cenar. –un tanto
apenado, Yocundo se sentó sin decir nada más, les serví la cena, todos permanecían en silencio, me
levante tome los platos sucios de la mesa y los lleve a la cocina, al mismo
tiempo mi esposo se puso de pie y les dijo.
-
¡no se muevan de ahí!, necesito decirles
algo, -luego se fue a la grabadora y al mismo tiempo que comenzaron a
escucharse las mañanitas, salí de la cocina con el pastel en las manos, le
cantamos las mañanitas, Armando comenzó a llorar, prendimos las velas y después
le dijimos que pidiera un deseo y las apagara.
Armando,
no paraba de llorar, ese día nos conto que su padre y su madre lo habían abandonado
cuando solo era un bebe de seis meses y que se había criado con su abuela
materna, que desde los cuatro años comenzó a trabajar y por eso ya estaba
cansado de estar solo y por eso quería regresar a Chiapas a comprarse una
esposa para hacer una familia, mi esposo y yo lo abrazamos y desde ese momento
fuimos como sus padres para él.
José,
mi esposo se dedico por completo a enseñarles un oficio a cada uno de ellos, a Yocundo, lo puso al mando de las cuadrillas
de trabajadores, le enseño a darse a respetar y a ordenar el trabajo, también todo
lo referente a los viveros, a Quintilo,
le enseño el oficio de regador, también a manejar los abonos para las plantas,
las cantidades, horas y fechas de hacerlo correctamente, a Domingo lo puso como
encargado de todo lo referente a insecticidas y almacén, a Armando, lo enseño a
manejar el tractor con cada uno de los arneses que se usaban para diferentes
labores del campo, preparar la tierra, plantar, disquear, etc.,
Así pasaron
los días, hasta que un día llego lo inevitable, el Ingeniero convencio al patrón de que nos corriera, a pesar de que estaba saliendo una impresionante cantidad de producto (tomatillo, chile california, chile pasilla), pero como vio
que ya no podía seguir aprovechándose de los trabajadores y tampoco permitiamos que les quitara su dinero cobrando por cualquier favor, pues nos corrió de
ahí.
Al siguiente
día, nos levantamos muy temprano y salimos a Ensenada para conseguir una
carreta y llevarnos todas nuestras pertenencias en un solo viaje, llegamos de
regreso a media mañana, cuando abrimos la casa, llegaron muchos trabajadores
para ayudarnos a empacar, algunos de ellos lloraban y otros se lamentaban de lo
que estaba pasando, cuando salimos de la casa grande, los trabajadores del
campo dejaron de trabajar y se acercaron a nosotros para darnos bendiciones y
desearnos buena suerte, lo que mas nos dolía, era separarnos de nuestros jóvenes
amigos, llegamos a casa en silencio,
cada uno con nuestros propios pensamientos y dolores.
Por la
mañana, ya instalados en Ensenada, el timbre del teléfono, nos despertó muy temprano, eran los muchachos, Armando, Yocundo y Quintilo, que como voceros de varios trabajadores, le pidieron a mi esposo que no los dejaran allá, que querían
venirse con nosotros, rápidamente nos levantamos, conseguimos un camión de
transporte y fuimos por ellos, los primeros en subir fueron nuestros muchachos, Armando, Yocundo,
Quintilo, luego tras de ellos subieron otras 23 personas mas o menos, entre
hombres mujeres y niños, Domingo fue el gran ausente.
Todos
se quedaron a trabajar y vivir en el rancho de un amigo de mi esposo, pero
Yocundo, Quintilo y Armando se fueron a vivir a nuestra casa.
Domingo
no quiso seguirnos, estaba desde hacia ya unos días enredado con un mujer, con
el paso del tiempo se volvió un alcohólico y jamás regreso a Chiapas con su
familia.
Yocundo
y Quintilo estuvieron solo un tiempo con nosotros y después se fueron siguiendo
a la familia hacia Sonora, ya no volvimos a saber de ellos.
Armando
se quedo en casa, siguió trabajando y aprendiendo hasta que encontró una
muchacha con la que se caso y formo una familia, ahora convertido en un hombre con dos hijas y un negocio propio, nos visita o nos llama por telefono, nosotros seguimos viendolo como nuestro hijo y creo que asi sera toda la vida.
Mi esposo
y yo, le enseñamos muchas cosas a Armando, pero sin duda también aprendimos
mucho de él, nos sentimos muy bien ahora que vemos que es capaz de tener su
propio negocio, su vehículo y lo mas importante su familia, nadie lo intimida,
es osado e inteligente, le agradecemos a Dios por haberlo puesto en nuestro
camino.
Gracias
Armando por ser nuestro hijo.